domingo, 31 de enero de 2010

Mi amigo y las gallinas

Tengo un amigo al que tras una vida bastante gris, un golpe de fortuna, un décimo de lotería, le cambio la vida. Siempre ha sido un poco rarito, y con el dinero del premio decidió comprarse una granja de gallinas.

No tenía mucha idea de gallinas, pero se dijo:"¡ya aprenderé!, no puede ser tan difícil y yo soy sin duda capaz de ello, en tres tardes cualquier granjero me da las nociones básicas y ya está”. El muy osado pensó de hecho que en un par de años sería merecedor del premio al granjero del año y el personaje más famoso de la cooperativa avícola a la que pertenecía su granja y que para ello no iba a poner límites a su inversión.

Su granja funcionaba bastante bien cuando el llegó, pero en su afán de mejorarla y dar mayor comodidad a las gallinas gastó su dinero en inacabables obras de mantenimiento, en una instalación musical que para sí la quisiera una discoteca, en un parque para que las gallinas pudieran “divertirse”, premió a las más ponedoras con jaulas individuales y calefactadas, aumentó la ración de comida a las gallinas, incluso les puso agua embotellada en los bebederos.

Todo ello no provocó el aumento de la producción de huevos, al contrario, esta se derrumbó y mi amigo era el hazmerreír de los granjeros, que ya se planteaban echarle de la cooperativa. Mi amigo ya se había gastado todo el dinero del premio de la lotería y no sabía que hacer. De repente quitó todas las mejoras de la granja, metío a más gallinas por jaula, redujo el suministro de alimento y agua y obligó a las gallinas a “poner huevos” más veces al día y durante más años de su vida para conseguir ese poco alimento.

Las gallinas se sublevaron y un día atacaron a mi amigo. Ya no es granjero, ahora vive en casa de sus padres de la pensión de éstos y no quiere ni salir de casa. Sabio es el dicho popular: “Zapatero a tus zapatos”.