viernes, 28 de agosto de 2009

Deflación

Hoy entramos oficialmente en deflación. La mayoría se preguntará: ¿y eso qué es?, y lo hará con razón, porque en España no es un fenómeno conocido, ni siquiera entre muchos de los que nos ha tocado estudiar Económicas.

El Fondo Monetario Internacional nos indica que la deflación es la caída de precios en la economía que se prolonga al menos durante dos trimestres seguidos. Poca explicación necesita esta definición, pero sí los métodos de cálculo y la situación actual.

Para calcular esa variación de los precios se utiliza un índice, el IPC, compuesto por los precios de 491 productos o servicios, desde una entrada de cine hasta una manzana pasando por un corte de pelo por poner algunos ejemplos. Juntando todos estos precios y ponderándolos en función de la cantidad de nuestra renta que los señores que calculan el IPC creen que dedicamos a la compra de cada uno de ellos se obtiene una cifra. Esa cifra se compara con la que saldría con los valores del año anterior y se ve si han subido o bajado los precios. Vale, pues los datos desde marzo indican que los precios han bajado respecto a los precios del año pasado.

Que baje el IPC no implica que bajen todos los precios, no hay más que mirar cómo han subido los recibos de la luz y del gas ya que la subida o bajada del IPC puede estar condicionada por grandes movimientos al alza o a la baja de los precios de determinados productos como el petróleo. Tampoco es cierto que el precio total que paga cada ciudadano por todo lo que compra sea menor que el año pasado. Para ello tenían que coincidir los productos que adquiera y en las mismas proporciones que los utilizados para el cálculo. Puede que lo que él compre haya bajado más o que incluso haya subido.

¿Y es tan mala la deflación? Sin duda la respuesta es sí, y además es difícil de combatir. Si los precios siguen bajando, los consumidores aplazan sus compras ya que más adelante serán más baratas. Si las tiendas no venden, pueden verse obligadas a cerrar o prescindir de personal además de seguir bajando precios para intentar vender algo más. Esos trabajadores que pierden el empleo van a consumir menos al tener menos dinero disponible y así el problema cada vez se hace mayor. La única solución es intentar que se aumente el consumo pero las herramientas para lograrlo son escasas: disminuir los impuestos para aumentar el dinero que tienen los ciudadanos o aumentar el consumo por parte del Estado incrementando el gasto público. La segunda medida parece agotada ya y la idea es subir los impuestos en vez de bajarlos, ¿qué nos queda?